lunes, 31 de julio de 2017

El homúnculo

Un día, en una conversación airada, me descubrí escuchándome y sorprendiéndome a mi mismo con lo que decía. Me di cuenta de que me escuchaba para poder pensar en lo que decía. ¿Acaso no tendría que ser al revés, pensar para hablar después? Lo comenté con un conocido y, mientras sonreía malévolamente con cierto brillo peculiar en los ojos, dijo: por fin has descubierto a tu homúnculo. Me dijo que todos tenemos uno en el interior, que dirige, ordena y decide por nosotros y, de alguna manera, se las arregla casi siempre para pasar desapercibido, escondido bajo un manto mágico al que denomina yo o ser individual. En un principio no le di mucho crédito pues, mientras me decía esto, vació dos vasos de güisqui como si fuera agua. Pero una duda comenzó a generarse en mi interior, no sé si al lado de mi homúnculo o, tal vez, dentro de él. Ahora mis monólogos y pensamientos los veo como diálogos. Cuando voy al teatro, por ejemplo, al finalizar la obra, ya no pienso ¿te ha gustado? sino que es mi homúnculo el que lo pregunta o yo el que le pregunto a él. Todo nao consulto con el homúnculo, incluso el sitio y momentos idóneo de una masturbación. Solemos discutir casi todo, aunque, no sé por qué, en el tema de las masturbaciones coincidimos bastante. Con el tiempo me he dado cuenta d que el homúnculo, por mucho que discuto, decide por mí. Luego me convence de que la decisión ha sido tomada a medias. Es un auténtico manipulador al cual no consigo aplacar. Así que he empezado a meditar. El homúnculo interfiere todo que puede y más, pero mi insistencia ha hecho que medite conmigo. Mientras el homúnculo medita, yo tomo algunas decisiones, y después felicito al homúnculo como si las decisiones hubieran sido suyas. Al principio estaba u tanto desconcertado, pero ahora ha aceptado la situación por voluntad propia. En definitiva, no deja de ser lo mismo; antes decidía el homúnculo, ahora debido yo, pero las decisiones son las mismas.

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