miércoles, 18 de noviembre de 2020

La gran obra

Una gran obra estoy escribiendo en el aire. Todo lo que estoy pensando me parece magnífico pero se entremezcla con los pedos de mi perro. Me mareo. Sucumbo ante eso olor nauseabundo producto de las entrañas del cánido. No he perdido el hilo, he perdido el sentido, 'el sentío' como me canta al oído un duende aflamencado con su zapateado cósmico que de repente ha parado. La gran obra se ha volatilizado, tal vez contagiada por el pedo, y seguirá flotando por la atmósfera y también, una pequeña parte, dentro de mí. ¿Cuántas maravillas habrá en el aire? La inspiración misma debe estar allí, titubeante, con miedo a salir, esperando su momento, atada a un pedo de perro o de cabra de montaña, disfrutando o padeciendo o las dos cosas a la vez. Y en esta brisa que imagino puedo leer el destino de esta gran obra que en el aire encontró el camino para perderse, para diluirse, para enriquecerse de mil y una maneras, para relacionarse con los millones de obras perdidas, solo pensadas pero no escritas. Una gran obra estoy escribiendo en el aire y se resite a que el papel la alcance.

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