Un compañero me dijo que tenía una cara, no sé, espiritual; sí, esas fueron sus palabras, que por eso la gente me confesaba sus secretos más oscuros tan rápidamente, al poco de conocerme, como si se salvaran y absolvieran, porque mi cara, según él, mi compañero, incitaba a ello. Me cuentan sus secretos para descargar, como quien tira un cubo con sus mierdas, y le da cierta energía extra al acto de tirar para que el cubo quede limpio de golpe, y después no dejan opinar, ¿para qué contar entonces? ¿Si no es descargar qué fin le queremos dar o cómo le queremos llamar? El barrendero tiene su corazoncito.
INSTANTE DE VIDA: Morir no es un deseo. Vivir: una pasión. Sentir, a contragolpe, una tensión, preferible continua, prolongada, como el movimiento al respirar una ilusión. Descifrando verdad tras verdad, verdad tras amor, averiguando más allá de dónde puedes imaginar. Morir es amar. ¿Y vivir?: un enlace entre dos mundos, un deseo oscuro, un hola y un te quiero, un hasta luego. Adiós, no puedo.
Pero el corazoncito es enorme.
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