Toda la multitud del verano se ha escondido detrás de algún adorno de un árbol navideño. La brisa marina me acaricia la cara con frescura. Gaviotas, e incluso patos, veo durante mi paseo. A lo lejos un barco, tal vez alguien pescando o quizá sólo sea mi imaginación que busca algo de compañía en este día solitario, pero apacible y tranquilo. Se acerca un perro pequinés muy predispuesto a que le haga unas caricias; parece conocerme, aunque sólo sea por el olor que desprendo de mi trabajo: Nadie más se da cuenta sólo los perros que cada día me quieren más. La soledad no es tal cuando el mar está a nuestro lado. Sigo caminando y recargándome de energía marítima; es estupendo. La playa es toda para mí y yo soy todo de la playa, juntos somos uno nuevo, me introduzco en la brisa y recorro el entorno en un vuelo mágico que despierta mis sentidos y los predispone a todo lo mejor de esta vida.
Feliz playa Navidad.
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