viernes, 16 de septiembre de 2011

Maneras de escribir

A la hora de escribir no pienso en qué dirán, pienso en la vida. Porque la escritura, involuntariamente o no, me crea, como diría aquel, forma mi circunstancia, a medida que escribo me voy construyendo. Ya no soy el que era hace dos líneas, e incluso en esta misma línea en la que me encuentro, no tengo la menor idea de dónde voy a ir a parar. En cualquier momento todo puede cambiar y, de repente, volver al mismo lugar. Así es la vida, como una rotonda, como los tumbos que voy dando, los rodeos a los que os someto, entras por un lado y, si te despistas, sales por el mismo. ¿Para qué has ido entonces? ¿Por qué vivimos? Las rotondas de la vida son los ciclos del retorno, eterno o no, pero siempre vuelve. A la hora de escribir no pienso en qué dirán, pienso en la vida. ¿Adónde me llevará mi pluma? Adonde escriba. Ella dirige, ella domina, ella es la que crea mi vida. Cada palabra es un pálpito, una sacudida, un trozo de línea discontinua en esta carretera narrada, donde las frases te crean a ti y a mi de la nada. Porque esa vida que crees vivir, si no está escrita, no es nada. Las ideas se pierden, los recuerdos se borran y, de pronto, aparecen de nuevo en cualquier rotonda, en la página en blanco se plasman ahora. A la hora de escribir pienso en la vida, digan lo que digan.

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