domingo, 8 de enero de 2012

Tener las cosas claras

Lo que se dice tener las cosas claras jamás las he tenido. Siempre he estado lleno de dudas. Mi nacimiento fue un constante titubeo, que salgo, que sí, que no, que mira, que voy, no sé, y si me quedo dentro... alguien tiro de mi cabeza y, acto seguido, me dieron un cachete en el culo. Tal vez por eso sea así. No sé si querían echarme de dentro o es que me querían fuera, si fue un cachete o una caricia de un hombre enfermo que a la vez era doctor. Dudas por toda partes. Pero dudar es vivir, por eso desde que vivo dudo. Soy un ávido lector, y leo en un libro de Don DeLillo que dudar es más interesante que actuar, que para dudar hace falta más valor. Creo que tiene razón, cuando uno tiene las cosas claras parece que no cambia nunca, pero, dudando, uno se esfuerza más, busca, lee, intuye que hay algo mejor por ahí esperándole, tal vez, con los brazos abiertos, e incluso con las piernas, por qué no, pues no sé, porque lo dudo también, pero podría ser. Y qué hacer con tantas dudas, un libro de ellas, un gran álbum con la historia de mis dudas, cuántos recuerdos dubitativos todos, ay, si no fuera por..., pero un momento, no sé. Duda, duda, duda tú, duda yo, duda en mí y yo dudaré por ti.

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