lunes, 11 de mayo de 2015

Libros

Me han diagnosticado un pequeño desajuste. No es nada grave, pero si sigo así, en menos de dos años, tal vez año y medio, muera aplastado por los libros. El desajuste es que compro libros a una velocidad bastante mayor a la que los leo. He pedido opinión a un segundo médico, por contrastar, y me ha dicho que se trata, literalmente, de una invasión cultural. Soy un auténtico producto antisistema; esto no lo ha dicho, pero lo ha dejado traslucir en el sutil brillo de su mirada. O eso he querido ver yo en unos ojos que, si no, solo rezumaban lascivia. Sufro también otro trastorno, pero ese solo lo conozco yo, de personificación de los libros. Los considero amigos. No solo los leo, los huelo, los acaricio, los paseo, los limpio, los coloco y, a veces, los maltrato un poco y también los presto. La violencia nunca me ha gustado, así que este error de prestar libros lo estoy corrigiendo con facilidad: al igual que personifico libros, también cosifico personas y, en plan alcahuete, acabo prestando unas a otras. Pero, volviendo a los libros y al desajuste, seguramente termine mis días aplastado por ellos, por mis amigos, los libros. Creo que es el mejor final, mezclándome entre sus líneas, saltando de página en página, estampado en una portada o, tal vez, veraneando en una solapa con un autor de prestigio, en otra época, en otro mundo, en un lugar donde la gente ame los libros.

No hay comentarios: