domingo, 14 de junio de 2015

Una lágrima

Doce geishas rodean mi cama. Su danza me turba, su canto me calma, su susurro me arrulla. No me tocan pero noto el roce de su encanto. Fundido onírico en negro. El color de sus mejillas se recrea a mi alrededor, respiro su sonrisa y paladeo sus caricias. Una lágrima empieza a generarse en mi rostro. La lágrima sigue creciendo, parece no querer desprenderse. Es ya enorme. Veo a Mamá reflejada en ella. Su abrazo me ilumina. La lágrima es tan grande que estoy subido en ella, flotando, sobrevuelo por encima de las doce geishas que siguen danzando, que no pare la fiesta. Aquí la desnudez es pura y la vida eterna. No hay forma de explicar tanta belleza, pero para qué explicar si puedo soñar con ella, puedo sentirla y formar parte de ella. Las doce geishas se retiran sin parar de dar armoniosas vueltas y abro los ojos. Sigo encima de la lágrima, desnudo y feliz. Froto mis ojos, la lágrima se desprende y todo el amor de los recuerdos y de los sueños se hace presente. Las sonrisas acuden a mí, las miradas captan en mí todo el amor dormido de la gente. La transformación ha comenzado. Sumidos en la evolución de nuestra especie, el amor es el combustible y el motor, es la esencia y la sustancia, el amor me abrió los ojos a través de una gran lágrima.

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