viernes, 2 de octubre de 2020

Miedos

Es difícl no tenerlos. A la oscuridad cuando eres un niño o, tal vez, al hombre del saco. A que haya alguien debajo de la cama, a las sombras, a ruidos extraños. Miedos que van calando poco a poco, con la educación, con la sociedad. A unos más y a otros menos. Pero hay miedos para todos. Posiblemente, cuando la edad va aumentando, los miedos se van perdiendo, aunque no siempre es así. Alguno puede permanecer o surgen nuevos miedos acordes a los nuevos tiempos. Pero hay un miedo que casi todos ocultamos incluso a nosotros mismos; somos maestros del auto engaño: el miedo a la muerte. Llevo tiempo dándole vueltas a este asunto. ¿Por qué temer a la muerte y no a la vida? ¿Tiene sentido? Si la vida no nos da miedo la muerte tampoco puede hacerlo. Porque van unidas, forman un mismo bloque, la vida sin muerte no es vida, sería otra cosa, pero no vida. Pensar en una canción que no termina, en una película sin fin, en un día sin noche o viceversa. Pero no confundir el no tener miedo a la muerte con ser un temerario. El amor a la vida conlleva una comprensión de la muerte, una aceptación y, por qué no, cierto amor también. A medida que la edad avanza, cuando ves a tus progenitores morir, a gemte mayor que desea que su vida termine, no porque padezcan alguna enfermedad terminal sino solo porque están cansados, porque quieren descansar, porque todo su mundo ha desaparecido, sus amores, sus amigos, su juventud, sus ganas, sus sentidos, sus fuerzas. Y, como no, también sus miedos.

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