viernes, 4 de febrero de 2022

Un sinvivir

Voy corriendo a mi infancia perdida. Surge pelo en el brillo de mi frente que ahora se difumina. Mis articulaciones recuperan elasticidad, mi cuerpo se estiliza. Los calcetines se alargan y los pantalones se achican. Los sueños se multiplican y las ilusiones desbordan mi dicha. Voy de charco en charco salpicando a la vida. El amor de las flores en mis pulmones anida. Todo es un juego, no hay instrucciones, y yo, en medio de la partida. A cada paso una aventura y en cada ocurrencia, una locura que, a veces, provocan risas y, otras, muchas heridas. De todo se aprende, me susurran almas amigas. Quiero ser ya mayor, sentencio con amargura. No tengas prisa, me dicen, que esto apenas dura. Doy media vuelta y echo a correr hacia la edad adulta. Surge el brillo en mi frente y las articulaciones se tornan duras. Las ilusiones se deshilachan y pierdo toda bravura. Apenas sueño, tan solo ronco, chasqueo la lengua y me siento tosco. Quiero correr y no puedo. Me miro al espejo y medito: dónde están los sueños, qué fue de aquel niño. Agarro un peine y me peino el brillo; qué locura, me digo, mientras sonrío y descubro al niño que va conmigo.

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