viernes, 11 de abril de 2008

Bululú

Farsante que en lo antiguo, representaba él solo una comedia, loa o entremés, mudando la voz según la calidad de las personas que iban hablando. Después de un periodo de lectura auto impuesta de Ionesco, Becket y Boris Vian, siempre Vian, escribí una novela absurda porque no encontraba ningún autor actual que cubriera las expectativas generadas en mí, que deleitara y modelara el absurdo de mi vida. Aunque parezca mentira, y tal vez suene un poco idiota, la empecé a escribir con 23 años y la concluí con 41. Fue entonces cuando me hice bululú. Mi pequeña grabadora canaria, y sólo por eso más barata, fue la última herramienta añadida al proceso. Primero leía la novela, titulada La vida es dura para las amebas, y, como música de fondo, Shostakovich, el bueno de Dimitri. Pero no quedé contento. Oí a unos humoristas haciendo voces y también me entere de que el creador de Padre de familia hace varias voces de personajes muy dispares. Quise probar. Bululú en mi vida, grabadora en mano, qué delirio, qué gozo, el sexo no tiene nada que ver con esto, pero se le parece un poco. Las escenas con diálogos donde hay hombres, mujeres y una vieja, múltiples cambios de voz, cuando salen bien, son como un parto, pero partiéndose de risa. Las personas que lo oyen o no se enteran de nada o no vuelven a ser las mismas. Pero es una obra muy pequeña para lo costosa que ha sido. Es como un hijo retrasado, algo absurdo, pero que está ahí y forma parte de ti. Te ha seguido durante años. Es tu delirio, tu vida, tu libro. En definitiva, yo.

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