viernes, 10 de agosto de 2012

Chiripa

La serendipia, aunque yo prefiero decir serendepia, es el don de descubrir cosas sin proponérselo. Nosotros tenemos una palabra parecida que es chiripa o casualidad favorable. Para mí la chiripa no sólo es una buena carambola sino que son varias. O, más bien, una época, una racha, una ristra suertuda, un movimiento cósmico favorable, una cosmogonía alegre y divertida. Cuando la chiripa viene y se instala en tu habitáculo corporal se desencadenan una serie de carambolas que galvanizan tu vida con una efervescencia divina. No sabes cómo ha empezado pero ahí está. Un día caluroso cuando ya ni siquiera tenías fuerzas para despotricar, cuando la calma chicha anímica estaba en plena introspección absurda, cuando la nada estaba siendo dicha por todas las cosas, la chiripa, aprovechando tu despiste, se instala, como si nada, por todo tu cuerpo. Al principio no sabes qué es, pero unas ganas de bailar tremendas te invaden; lo haces, tus extremidades ondean al viento musical, todos tus movimientos se compaginan con las estrofas que escuchas. El amor bulle en tu corazón, se distribuye por tu cuerpo, se expande a través de tu mirada, de tus palabras, de tus pensamientos. Y sabes a ciencia cierta que todos los besos que imaginas, los abrazos que sueñas, el amor que deseas, la chiripa, tu chiripa, lo meterá todo en una coctelera humana que, un día no muy lejano, llamará a tu puerta para decirte, antes del primer beso, hola, soy tu serendepia.

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