miércoles, 27 de febrero de 2013

Diferido

Me acerqué a una empresa de trabajo temporal que ofrecía contratos diferidos. No sé por qué, pero hoy me apetecía probar algo novedoso, estar a la última, me había levantado con una prepotencia subida de tono. Para empezar la empresa era de trabajo atemporal y, sinceramente, me pareció la mar de original; lo primero que pensé fue que, por lo menos, tarde no iba a llegar nunca. Entré decidido, sin límites de tiempo y como flotando en una tontuna cósmica que yo creía inteligente y, a una secretaria anodina de sonrisa blanqueada que practicaba su verborrea a través de móviles de última generación, le pregunté por los contratos diferidos como quien no quiera la cosa, como si pasara por allí de casualidad y aquello no fuera conmigo, y, en un pispás, me dio una pala y me señaló un trozo de tierra a través de la ventana donde tenía que empezar a cavar pero ya. ¿Y el contrato, cuándo firmo?, le dije. Señor, por favor, se trata de un contrato diferido, usted trabaja primero y luego firma si eso. Ah. Antes de empezar le dije si también podía ser simulado, y ella me contestó que, por ser yo, eso estaba incluido. Y lo de la simulación ¿en qué consiste? Usted trabaja, más adelante firmará el contrato y, después, le daremos un sobre vacío donde simularemos que va el sueldo. ¿Está usted contento? Hombre, no sé. Pero eso es lo que usted quería, añadió como si la culpa, de haberla, fuera sólo mía. Levanté la pala y le arreé con todas mis fuerzas en la cabeza. Tal como esperaba, comenzó a sangrar. ¿Pero, oiga, está usted loco? ¡Me ha hecho mucho daño! Tranquila señorita, el dolor vendrá luego, se trata de una pala diferida. Y sonría, por favor, simule que se divierte. Adiós muy buenas.

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