lunes, 8 de abril de 2013

El vínculo transferido

El amor es como un parpadeo divino, viene y va sin saber nadie por qué vino ni por qué se fue. La ola eterna que aparece y desaparece, es, como decía Boris Vian, la espuma de los días y, también, las nubes perdidas, las hojas secas, las lágrimas derramadas y las retenidas. El amor es la carcajada y el silencio, es tu rostro en mis sueños cuando estoy despierto, es el vínculo materno que los años transfieren al que te quiere, al que te hiere, a alguien que aún no conoces pero que, eso sí, ahora, ya mismo, sueñas con sus roces. El amor ahora está en mi perro, el vínculo transferido más querido. Esos movimientos de cola son la mejor declaración, un lametón a tiempo y estoy salvado: el amor va a cuatro patas y está a mi lado. En sus ojos veo todo el amor de mi vida aposentado, y no hacen falta palabras porque huele mis sensaciones, interpreta mi energía y sabe, al momento, de mi tristeza y de mi alegría. Y el vínculo transferido crece todos los días en su compañía.

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