miércoles, 30 de octubre de 2013

Bombín

En una sombrerería estaba echando un vistazo. Era una estancia pequeña pero parecía estar bailando al mirar yo para todos lados. Cientos de sombreros con cuerpos invisibles me estaban mirando. Un soniquete se transformó en melodía: mis labios ardían, mi corazón sonreía. De repente un silencio en medio de la melodía, un bombín gris desde el escaparate mi cabeza pedía. ¿Qué quería? Sí señorita, el bombín, el bombín me apetecía. ¿Quiere uno negro? No, ese de ahí, el gris alegría. Lo acoplé en mi cabeza que, válgame Dios, era su justa medida. Mis labios sonreían y mi corazón ardía. El bombín había puesto las cosas en su sitio. El gris le queda perfecto, caballero. Tal vez sea yo el que le queda bien al sombrero. Dejésmolo en un equipo. O tal vez un par de amigos reunidos. El sombrero hongo y yo pensando nuevos caminos. Qué bonita es la vida cuando todo encaja, cuando un alegre bombín acaricia los pensamientos y te protege del viento. ¿Se lo meto en una caja? No, deje, deje, lo llevaré siempre puesto.

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