miércoles, 19 de noviembre de 2014

El consuelo

Suele ser exclusivamente para los tontos hasta que un día lo adquirimos nosotros. Por eso cuando alguien habla mal de nosotros, prescindiendo de que sea con razón o no, decimos que lo que importan son los hechos. Pero la historia nos demuestra constantemente que las mentiras, o sea lo dicho, pasan con más frecuencia a la posteridad que los hechos, como se suele decir, cuajan más. La verdad se escurre por los sumideros del destino mientras el auto engaño brilla en cada hijo de vecino: signo de los tiempos. A los hechos me remito, a los hechos que yo digo, y aunque diga que lo he hecho no recorrerá su trecho si no lo repites conmigo. El consuelo es una creencia, y también una tradición, a veces no se le encuentra sentido, pero ni falta que hace si todos repiten conmigo que hace mucho tiempo que se hace. El consuelo es esa frase que se dice para que los demás callen y asientan y se termine esa contienda interna que es el pensar más de la cuenta. La vida es así, te dicen, no hay más que hablar, comentan. Y no importan ya los hechos cuando el consuelo se asienta. Y en esta trifulca de vida alguien te susurra: olvídalo, no vale la pena. Y ese es el consuelo, digan lo que digan, pura filfa, pero es lo que nos queda.

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