jueves, 31 de marzo de 2022

Esa bola de nieve llamada deseo

Apareció un día, de repente. Uno no sabe muy bien por qué y, no es que se te plante enfrente, sino que se va incrustando lentamente, lo absorbes y, esa pequeña bola de deseo, va impregnando tus actos, tus pensamientos, tu vida. Si tienes suerte y la condimentas bien, además de crecer, te dará también alegrías, ilusiones compartidas, esperanzas se generarán e irán tomando forma, vida propia. Y, como en una enorme montaña, la bola, el deseo, sigue su curso, su camino, va rodando y haciéndose cada vez más grande. Parece imparable; tal vez lo sea. Y a esa bola de nieve llamada deseo, se me ocurrió condimentarla con amor y, además de expandirse y crecer, se fue iluminando, se hacía tangible en los actos de mi vida. El amor hizo que esa pequeña bola protagonizara mi vida. Y el deseo que por ti siento no es solo sexual, es más que eso, es vital, va más allá, porque mis sueños, mis ensoñaciones, mis pensamientos, todos mis actos, creativos o no, tantas y tantas cosas han sido influenciadas por el deseo de tenerte, de amarte, de sentirte, de compartir contigo todo, el aire y el silencio, la respiración y los pensamientos, el viento, la brisa, esos pequeños momentos donde aparece una sonrisa como la mejor respuesta. El deseo que me provocaste ahora es todo, sí, todo un mundo inmenso por construir a tu lado y, esa bola de nieve llamada deseo, me lleva de la mano, o tal vez en volandas, por un camino incierto y tortuso donde, al final, saldremos victoriosos, pues nuestro amor hará realidad el enorme deseo que nos conquistó, que me conquista cada vez que te veo.

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