martes, 3 de diciembre de 2013

La hora

De analizar mis creencias ha llegado. Debo comprobar si sufro este síndrome tan extendido del autoengaño. Si mi forma de vida no está en armonía con mis creencias es que padezco el síndrome. ¿Y podría consolarme diciéndome que todo el mundo lo hace? Sí, podría, pero no haría más que corroborar el autoengaño. Y por qué tiene que llegar la hora, dirán algunos, de analizar ninguna creencia; dejemos las cosas como están. No, no se puede. La hora siempre llega. La hora de la verdad. La hora de la muerte. La hora de conocerse a uno mismo. La hora no se puede esquivar. No se puede huir siempre de la hora. ¿A qué hora llega la hora? La hora de la hora llega cuando estamos preparados. Esto puede resultar absurdo, pero no hay una hora en común para la hora. Yo, sinceramente, creo que mi hora ha llegado. He de creer conforme a lo que vivo o, lo que es lo mismo, de mi forma o arte de vivir han de salir mis creencias. Por eso, aunque la nada me inunde, la nada amaré. Creo en el amor y también en el absurdo y con ellos en armonía viviré. La hora ha llegado.

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