domingo, 29 de diciembre de 2013

¿De qué están hechas las estrellas?

De almas entrañables y familiares, de seres queridos que dejaron la vida para iluminarnos en la noche, para acompañarnos en la soledad. ¿Es posible que ciertas nubes contengan el agua de sus cuerpos? No sólo es posible, es seguro. Y cuando llueve y esas nubes mojan nuestros rostros, los recuerdos más hermosos se reviven en nuestro pensamiento. Su amor cala en nuestros cuerpos. Sus sonrisas, sus caricias, todo lo más enriquecedor de sus vidas perdidas, es ahora nuestro. La energía de la vida es compartida. Su energía se transforma y ahora es nuestra energía, es la nube que nos moja y da alegría, es la estrella que brilla en nuestra noche, es la guinda y es el broche, de nuestra felicidad presente, de nuestros cuerpos y de nuestras mentes. Ese brillo estelar que penetra en la mirada y sosiega el corazón, que acaricia las entrañas y te hace sentir mejor, es la sonrisa materna que esta ilusión hace eterna, es comprender que los amigos perdidos son como ángeles, almas que revolotean a tu alrededor, que te atraviesan como el olor de una flor, que, a pesar de todo, siempre estarán contigo, fragancias de campo que te envuelven y te explican desde dentro que con la muerte nada se pierde, que la vida se renueva, que si algo de verdad es perenne en esta vida es el amor. De eso están hechas las estrellas y, en un futuro, de tú y yo.

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