viernes, 16 de mayo de 2014

El pensamiento puede cambiar el mundo

Estaba trabajando, hacía calor y los ruidos mundanos de una ciudad en lento progreso se entrelazaban con el polen primaveral que se adhería a mi piel ligeramente humedecida por el sudor laboral. La melodía apagada de un clarinete lejano comenzó a acompañar mi pensamiento, y pensaba que si estuviera tumbado en un colchón de plumas de querubín alcanzaría la relajación que podría conducirme a un estado supremo. El sueño me envolvía y un cartel a la entrada de un camino decía senda de la verdad. Así que caminé pensando en el camino. El cansancio hizo parar mis piernas y caí rendido. Y soñé con el mismo camino, y al primer paso me topé con un cartel que decía senda de la luz. Y paré en el mismo punto, tal vez un poco más iluminado, y descansé un rato. Y soñé con un camino, el mismo camino con otro cartel, y me fijé en él, senda del amor, decía, y mi rostro sonreía, y caminé por él. Qué feliz era dando pasos. Y quise parar y paré. Y soñé con el mismo camino, y esta vez era la senda de la vida. ¿Puede un sueño soñarse a sí mismo?, me dijo el clarinete con su melodía. Estaba trabajando y todo había cambiado. Sonreí a la vida, sudaba de alegría y los ruidos mundanos alcanzaron la armonía. Todo era dicha, todo era amor, en verdad es esto la vida. Y sigo en el camino soñado, donde mi pensamiento el mundo ha cambiado.

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