martes, 6 de mayo de 2014

Sin venir a cuento

De pronto, sin saber por qué, piensas qué ha podido ser el detonante, qué o quién ha presionado lo suficiente ese resorte que ha llevado a la situación que ahora nos acontece. Sin venir a cuento los ánimos han cambiado, la situación es diferente, todo parecía ser de una manera y, ¡zas!, ahora es de otra o, por lo menos, eso nos parece. Primeramente te sientes perplejo, no sabes cómo reaccionar, el mundo se ha parado o tal vez sólo tu cerebro. Cuando quieres reaccionar sólo estás capacitado para pensar que te sientes sorprendido. Jamás podrías haberte figurado esto. Cómo has llegado hasta aquí y, lo más importante, para qué. Lo observas todo, incluso los más mínimos detalles, buscas respuestas pero todo son interrogantes. Ya nada es como antes. Sin venir a cuento, abres los ojos y lo primero que ves es la única maravilla de tu entorno, el único y verdadero talismán que te protegerá y cuidará por siempre: la sonrisa de tu madre. Y, sin venir a cuento, intentas imitar ese angelical gesto cuanto antes, pero aún te falta experiencia, quieres descubrir más, y tus pequeñas manos se estiran hasta tocar esos labios arqueados. Tus ojos se abren y se iluminan como dos soles, y ese talismán perfecto, esa sonrisa mágica, esa sensación de eternidad que te embarga, se tatúa en vuestros corazones. Y el talismán de la sonrisa materna, sin venir a cuento, te ha procurado la felicidad eterna.

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