martes, 8 de julio de 2014

De una red de deseos

Intento escapar sin saberlo. Agarro un libros tras otro y leo y releo. Anoto, memorizo, leo en voz alta. Las ideas, los párrafos, las frases, en definitiva, las palabras van desintegrando el autoengaño sutil al que me he sometido últimamente como si de una moda ineludible se tratase. Los deseos estúpidos son los más pesados y aprovechan su invisibilidad para amontonarse sobre mis hombros, haciendo la huida mucho más difícil. Pero la lectura, la meditación y el descanso disipan la carga: comienza el baile. Se trata de una danza mental, una coreografía de pensamientos puros ilumina mi interior, y sí, ahora me siento mejor. La red de deseos se resquebraja, el mundo sonríe, las flores cantan, los pájaros susurran un mantra: elimina los miedos. Mis hombros han recuperado la energía y son ahora lo más ligero de mi cuerpo. Se mueven con destreza y dejan en el aire un dibujo con su estela luminosa que, a la vez, me alegra y me sonroja, pues suena como el canto más dulce a la vida, a la hermosa vida que mis deseos oprimían. Camino por la hierba como el aire fresco, pasando entre las briznas, levitando con el mundo en armonía.

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