jueves, 24 de julio de 2014

El movimiento del alma

Ha vuelto. Ensimismado estaba en la imagen que tenía de mí mismo, en mi supuesta asombrosa personalidad construida principalmente de ficciones, en ocultar el autoengaño con caramelos de convencimiento, con golosinas de la marca 'vosotrosnosabeisquiensoyyo' y 'soyunsermaravillosoqueselomerecetodo'. Y, como por encanto, en un acto que me normaliza pero que no deja de sorprenderme, en el tránsito de la meditación a la no meditación, en una discusión que he provocado sin querer, sin saber, sólo por costumbre, me percato de que mi alma se ha movido. Un rasgueo de balalaika y unas campanillas hacen de banda sonora y mi corazón sonríe, no sé por qué lo sé, pero sonríe y lo sé, el movimiento del alma bien merece una sonrisa. Los insectos siguen zumbando pero yo oigo cantos gregorianos. El estruendo absurdo de las bocinas de los coches se transforma en una melodía de órgano. El alma se mueve y todo ha cambiado. La realidad es que todo sigue igual pero la verdad es que todo es distinto. El niño que hay en mí ha despertado y ahora es más sabio. Va jugando con algo, lleva un hilo en la mano y, al otro extremo, no hay un globo, al otro extremo del hilo está el alma en movimiento y el niño que soy, muy contento, camina hacia un amor imperfecto, hacia un amor de verdad que vuela sin alas, que vuela por el movimiento de su alma.

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