domingo, 1 de julio de 2012

Cosas del amor

En algún sitio leí que el amor era un juego de patrañas. Un auto engaño maravilloso; y el desamor, un auto engaño oscuro y tenebroso. La realidad se encontraba justo en el centro, haciendo de frontera. No sé hasta qué punto es esto cierto, pero tampoco puedo asegurar que sea falso. A pesar de todo, personalmente creo en el amor. Puedo amar a personas que no he visto físicamente, personas con las que me comunico por carta o por ordenador, personas que he visto sus sonrisas sólo en fotos. Y el amor va creciendo, alimentándose con mis ilusiones que, curiosamente, tienen sus cimientos en mi imaginación. Y, tal vez, Dios no lo quiera, un día te ves desplazado por una o varias mentiras verdaderas, ¿mentiras verdaderas?, sí, habéis oído bien, así llamo yo a las verdades ocultadas, a las realidades que destruyen mis ilusiones y te ves de pronto sumido en una pausa silenciosa de no entendimiento que, poco a poco, genera enfado que te lleva de la mano al desamor. Pero aquí viene lo mejor, lo más maravilloso del amor: que para amar no es necesario ser correspondido. Y la paz interior abre sus puertas de par en par, mi imaginación sus ilusiones vuelve a generar, y se van agrupando en mi corazón. Y el amor desnutrido se vuelve a alimentar, vuelve a crecer conmigo. Y pienso que lo que se dice amar nadie me lo puede quitar. Así debió ser siempre y así será. Mis ilusiones, mi imaginación y mi amor son mi verdad.

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