sábado, 19 de abril de 2014

Ingrávido espanto diario

Hoy voy a contarte una historia espeluznante: comparto piso con tres muertos parlantes. Su cháchara es interminable; ellos tienen todo el tiempo, yo sólo tengo mi vida y, aunque a veces me hacen sufrir, otras me alegran el día. Su sabiduría es inmensa por eso, me han confesado, que jamás leen la prensa. Recitan poemas de memoria, de memoria etérea, etérea y volátil. Amenizan las veladas con canciones susurradas para deleitar mi vista con el contoneo de un puñado de hadas, que celebran su existencia añadiendo más interrogantes a la ciencia. No sé si todo es producto de la locura, o si tal vez el intenso calor derrite lo cotidiano y yo me siento mejor. Hay tantos porqués sin respuestas que decido hacer la siesta. Y duermo como un tronquito, y sueño sueños bonitos. ¡Ay, qué vida esta! Ya vuelvo a ser feliz como antes, gracias a mis tres muertos parlantes.

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