domingo, 6 de septiembre de 2020

Esa incosificable espontaneidad espiritual del yo

Tal vez no haya una mejor definición para un ente, un ser fluido, con características cambiantes, de acciones futuras impredecibles, que no tener definición. Otros mundos que están en este y este solo tiene dos letras: yo. Casualmente las dos letras que compartimos todos. Todos somos yo. Y todos los yo echan la culpa a un tú o un él, o tal vez pluralizados, un vosotros o un ellos. Pero a pesar de eso, todos siguen siendo yo. Y cada cierto tiempo, a mí me pasa, supongo que a vosotros también, ¿no?, claro que sí, vosotros también sois yo, esa incosificable espontaneidad espiritual del yo aparece, y no deja de ser una espontaneidad espiritual compartida que, a su manera, busca la verdad individual y colectivamente a la vez. Por eso, a pesar de la competencia entre diferentes yo, nos sentimos identificados con los logros de otro, los hacemos nuestros y, también, aprendemos a criticarnos a nosotros mismos empezando por los demás. Y esa espontaneidad va saltando de uno a otro, pasando por todos; algunos la olvidan, otros la sienten varias veces, pero eso es otra historia.

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