viernes, 4 de enero de 2013

Arquitecto de amor

Todo comenzó como todo comienza, sin apenas darse uno cuenta y con la habitación llena de ilusión y otras materias propias del hechizo, para unos enfermizo y, para otros, vigorizador. Sin pensarlo me puse a escribir, como tantas otras veces, adónde me llevarían las palabras y, sobre todo, en qué se transformarían. Y al principio fui constructor, sin orden, sin acierto, comenzando la construcción por el tejado; pero es lo que tiene escribir, que el hado te lleva para un lado, y el estro para el otro, y no sabes ni qué has dicho ni tampoco lo que vas a decir. Pero las palabras siguen apareciendo, como los amigos en una fiesta, y la página se llena. Se hacen parejas, unas bailan, otras comentan, se hacen juegos y se crea. Nadie sabe qué es pero la construcción está en marcha. Y entre tanto barullo de gente, o de palabras, alguien comenta, no sé si en mi cabeza o fuera, que hace falta un arquitecto para ordenar todo esto. Y que mejor que el amor para construir con acierto. El arquitecto sonríe, y escribe, y ahora proyecta palabras que son como pequeñas hadas. Y todo parece fluir aunque en realidad no fluya nada. Todo caos con sentimientos se ordena y toda construcción que con amor se crea, seguro que ahora en la vida, en mi vida, será obra no de un constructor sino del arquitecto del amor.

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