sábado, 19 de enero de 2013

Pensar

La droga más perseguida, la menos permitida. Uno puede quejarse o protestar con vehemencia, pero pensar resulta excesivo. Sin ir más lejos, en la empresa donde trabajo, no paro de oír a mis compañeros decir la misma frase: no me pagan por pensar. Uno puede quejarse o poner excusas y, no me pagan por pensar, es de las mejores o, por lo menos, de las más repetidas. ¿Cómo se puede trabajar si pensar? ¿Cómo será tu trabajo si no piensas? Posiblemente un trabajo que podría realizar cualquier animal o, con el tiempo,tal vez, incluso, una piedra. He visto piedras moverse más que alguno de mis compañeros de trabajo. Pensar no resulta rentable para los gobiernos. Cuanto menos piensen los habitantes de un país más fácil será gobernarlo. En España lo que más nos gusta es quejarnos, y eso es lo que hacemos. Repetimos todos las mismas quejas, pero no ponemos remedio. Nos quejamos siempre del gobierno, pero, previamente, lo hemos elegido con nuestros votos, al tuntún, sin pensar, sólo para poder quejarnos después. Y llevamos así más de treinta años, el mismo periodo de tiempo que algún imbécil insiste en llamar democracia, sin haberlo pensado antes, claro. Nos ocurre lo mismo que al borracho con el alcohol, nos quejamos durante la resaca electoral que dura cuatro años para acabar emborrachándonos con el mismo voto de siempre. Y entonces piensas, tal vez por última vez, que deberías no pensar. Y voy al trabajo como un auténtico memo, como si fuera a un consejo de ministros. Y mi jefe me dice que pensar es de tontos. Tal vez tenga razón. Por eso le han ascendido. Aunque no lo debería hacer, pero si lo pienso, si pienso en la frase de mi jefe, el listo, el que triunfa, el que llega más alto, descuida las consecuencias, no piensa y, por ende, no razona y, tal por eso, sólo gobierna. Qué tonto he sido por haberlo pensado.

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