jueves, 20 de febrero de 2025

Como un giro copernicano

Lo que está ocurriendo podría ser algo parecido. El ego deja de ser el centro y se transforma en una partícula de amor. Dejamos a dios a un lado, puede que muerto, invisible o evaporado. Y la razón ha perdido algo de su protagonismo, no todo tiene que ser razonado, ni todo tiene que tener sentido cuando la vida no lo tiene a pesar de todos nuestros empeños. Y aunque el absurdo sobrevuele sobre nuestras cabezas, la existencia no deja de ser maravillosa. Mi ser está cada vez más fuera del sistema. El amor que recibo, el que doy, el amor en el que me estoy transformando, me hace sentir parte de una cooperación amorosa interestelar. La pequeñez de mi existencia ha alzado el vuelo y se ha disparado por el universo. El amor es el canal, y no tiene explicación, ni sentido, ni tampoco se puede razonar, ni es un dios. Es todo natural. Como un giro copernicano donde todo ha de transformarse, una revolución de amor que todo lo cambia a mejor. Nada se percibe igual. Los engranajes del capitalismo se deshacen ante este giro amoroso. El sistema se autodestruye y surge el amor como nunca lo habíamos concebido y, como las antiguas revoluciones científicas, todo se ha transformado, no solo es una nueva visión, es un nuevo universo donde las estrellas son de cariño y las tormentas de besos, y los abrazos sanan, con cada encuentro de amor el sentido de la vida se asoma unos pequeños instantes como un ligero cosquilleo, y no queremos preguntarnos nada, solo vivirlo, compartirlo. El amor nos marca el camino a todas las partículas que hemos encontrado nuestro destino. La calma se instala en nuestros corazones, el gozo fluye y la alegría rebosa por todas partes, allá donde vas, en donde piensas, en donde sueñas. Lo que está ocurriendo es distinto a todo porque ya no soy yo, ni siquiera tú, soy el amor que hay entre nosotros.

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