martes, 5 de septiembre de 2023

Fuerzas extrañas

Hay una lucha constante. Cuando toda parece ir bien o simplemente está tranquilo, rebosa calma dichosa en todas partes, pero están ahí, aparecen las fuerzas extrañas. Con forma de jefe nervioso, de persona con prisa, de intransigencia humana, de intolerancia explícita, de desconocido que recrimina, de mirada que apuñala, de carcajada lanzada como una piedra al centro de la herida. Tienen múltiples formas de apariencia pero son siempre las mismas. Hay que luchar, hay que acallarlas. Pueden estar en un comentario impertinente que no viene a cuento o en una interpretación errónea a un comentario intrascendente. Son fuerzas que van saltando de un bando a otro, que nos atraviesan, que nos rondan, que susurran al oído, haz esto o aquello, y nunca hay que escuchar, hay que luchar. Pero a veces la mejor lucha es una actitud pasiva, un silencio incómodo, una respuesta absurda como la vida misma. Buscan momentos de distensión, episodios relajados o desquiciados, están asomadas en todos los límites, acechando, esperando el momento propicio, las bajas defensas. Y la mejor defensa es una coraza flexible de amor supremo, una alucinación comedida o, tal vez, sólo dulce cachondeo, una caricia virtual con los dedos del misterio. Hay fuerzas extrañas que se diluyen ante el amor sincero.

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