La perfección del silencio

Empezamos a conocernos. El deseo llenaba nuestro ojos y nuestras manos no encontraban su sitio. Las ganas de saber uno del otro aceleraban nuestras conversaciones que, muchas veces, no tenían ni pies ni cabeza. Luego todo se iría calmando. Teníamos miedo de llegar a un punto muerto como a muchos otros les pasa. Las relaciones suelen ser una montaña, se alcanza un punto álgido y luego se va todo rodando a gran velocidad. Pero también son salvar escollos, y lo hicimos. Nunca se termina uno de conocer a sí mimsmo, como para conocer al otro. Pero hay dos ingredientes, casi mágicos, que ayudan bastante: la empatía y el amor. Y, a medida que va avanzando el tiempo, el amor sale de las palabras y se deposita en el silencio. Compartir tiempo en silencio, hablando sólo con besos, con el tacto, con la mirada, con la respiración pausada. La perfeccción del silencio reside en la forma que tiene de expresarlo todo a la persona amada. Un gesto, un parpadeo, el pequeño esbozo de una sonrisa que a cualquier otro pasaría desapercibida. Incluso sin verte puedo sentir tu presencia. Aunque estés a miles de kilómetros reconozco tu alegría y tu tristeza. La perfección del silencio me acompaña, se sentó hoy a mi mesa.