miércoles, 19 de marzo de 2025

Tejido de felicidad

Es difícil de construir y siempre quieren resquebrajarlo, romperlo, da envidia. La sonrisa en el trabajo no es bien recibida. No puedes estar disrutando de la vida un lunes cualquiera, tus compañeros no lo entienden. El lunes es un día para lloriquear, despotricar del agobio del trabajo y de llenar las conversaciones con los mismos tópicos de siempre. Los malos trabajadores siempre hablan de trabajo, sobre todo en el vestuario; necesitan convencer al resto, pero más que nada a ellos mismos, de su inestimable aportación social con su trabajo bien narrado. Van contando mentiras de sus hazañas laborales hasta que se las creen ellos mismos. El autoengaño es el cáncer del milenio. Si trabajan por la mañana, luego pasarán la tarde en uno o varios bares o viendo la tele, para volver a mentir a la mañana siguiente. Sufren si te ven con un libro, no entienden por qué lo traes al trabajo, ni por qué estudias en la universidad a distancia si no vas a cambiar de trabajo. Piensan que todo eso es un gasto inútil, pero tienen coche, moto y dos o tres móviles. No tienen pensamiento crítico, no escriben, no leen, pero, no sé muy bien por qué, creen saberlo todo. Tienen pocos temas de conversación: política, poco y repitiendo lo que oyen en la tele; sexo, todo ficticio; y sobre todo fútbol. Hablan muy mal de las mujeres pero las desean mucho carnalmente. Piensan que la inteligencia está sobrevalorada, que la poesía es una chorrada y que filosofar es de tontos. Que la felicidad son putas y alcohol y cualquier otra droga que echarse al coleto, la napia o por donde haga falta. Por eso, cuando vislumbran tejido de felicidad en el otro quieren romperlo, como sea.

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