domingo, 9 de marzo de 2025

Qué cosas tiene la vida

Epiciclo amoroso que perturba mi vida incansablemente, o tal vez la encuace, la reconduzca para que los planetas de la mente y el corazón se acompasen armoniosamente. Turbulencias de cariño que afronto como un niño que juega con abrazos, caricias y besitos, que acoge el tacto como algo divertido, que piensa con ilusiones y se ilusiona pensando, exacto, como solo puede hacer un niño, con inventiva, como creando un universo con cada juego, con cada vida que entra en el patio de su recreo. Y hay un castillo en el aire flotando porque desconoce su propio peso, y los niños vuelan durante el juego porque no saben que para eso hacen falta alas y no solo deseo o imaginación. Igual que las abejas vuelan porque no saben que no pueden hacerlo, que sus condiciones no son las idóneas. A veces el desconocimiento es un buen argumento, el no saber puede generar placer, y el placer, asco y tormento. Cuánto lamento saber muchas cosas que sé que, sin duda, cambiaría por lo que no sé, el caso es que nunca estamos contentos. Salgo del castillo y vuelo hasta el suelo, soy un niño con forma de viejo, pero no lo descubro ante el espejo sino en las miradas del resto. La alegría no se disipa, ya nada puede hacerlo, nada me contraría y al castillo me vuelvo de un vuelo. Y sin pensarlo me digo, hoy estoy que planeo.

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