domingo, 20 de abril de 2025

El día de lo imposible

Dicen que el pasado no vuelve, pero el pasado sigue vivo. Sí, sí que vuelve, pero vuelve distinto. En eso se parece a los recuerdos que van variando con el transcurrir del tiempo. El pasado es un niño que no ha crecido, que quiere salir del laberinto, y busca ayuda en el presente, pues como sabes, ahora mismo, el presente, es el regalo que está esperando el niño. Dáselo con cariño. Transforma el pasado con amor, siéntete mejor, ayuda al niño, dale la mano y salid del laberinto. Ahí, en tu corazón, hay un hilo rojo que vencerá al fascismo. El niño lo ve y tira de él, con la valentía de un héroe y la osadía del niño que juega y altera las reglas a su conveniencia. El pasado cambia y el futuro también. Todo ocurre en el presente, es el regalo del amor que sientes, del amor transformador, de la alegría viviente que produce arreglar lo imposible. Porque no hay nada imposible con amor. La imposibilidad sólo reside en corazones vacíos pero no en corazones de niños. El amor inhala fragancias de la lejanía, de otras vidas, de otros mundos, y en un solo segundo, hay una brecha que al amor acecha y lo imposible se hace posible, y la caricia que me regalas extiende sus alas y hasta mi llega como tus besos, como el brillo de tu mirada que lo escancian en mí unas hadas y, todo lo que soñaba, de repente, vibra a mi lado con un cariño silente. Y no estás pero tus brazos me envuelven, y el amor nos funde y ya nada nos confunde, ni pasado, ni laberintos y, mucho menos, fascismos. Y aunque todo parece lo mismo, con amor todo es distinto.

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