domingo, 4 de febrero de 2024

El fantasma del amor

Se presentó una tarde de mucho sol. Apareció haciendo sonar las hojas de los árboles, sin moverlas, como un viento ciego, como un agitador del silencio. Abrí los ojos y ahí estaba. Qué quieres, le dije. Soy el fantasma del amor. Pero eso no tiene sentido, los fantasmas asustan y el amor es hermoso, pensé en voz alta. Se echó a reír. Tienes mucho que aprender, me dijo. El amor da miedo; atrae, absorbe, requiere tiempo y compromiso. No pareces un fantasma, pues siempre lo he sido. A qué has venido, a darte una oportunidad, para qué, para que vuelvas a ser niño. Le dije que no entendía, me dijo que era muy fácil, que siendo niño amar era sencillo, pues es un juego, un juego serio que, además de compromiso, requiere libertad, humor, cariño, atención, espacio, cooperación, caricias, conversación y silencio. ¿Qué tengo que hacer? Venir conmigo. Extendió su brazo y me ofreció su mano y, como un niño, le dí la mía y las juntamos. Dimos un paseo, aunque puede que ni siquiera nos moviéramos. Me habló de mi destino, de la muerte, de otros niños, del dolor y del placer, de que con amor todo iba a ser distinto. Abrí los ojos y ya era otro, giré mi cara y vi tu rostro. Brillaba tanto que lo entendí todo.

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