lunes, 12 de febrero de 2024

Vendido al pasado

Hay una música que suena en la cabeza de mucha gente, con un único estribillo: cualquier tiempo pasado fue mejor. Uno no se da cuenta, tal vez lo haga sin querer, pero un ligero traspié, un problema que nos cae encima como una neblina densa y lenta pero constante, nos hace ver en el pasado el paraíso. Pero ese pasado que vemos lo vamos moldeando, como hacemos siempre con los recuerdos, por eso siempre el pasado nos parece mejor. Y los problemas nos hacen saltar del pasado al futuro y, sin apenas darnos cuenta, nos olvidamos del presente, nos olvidamos de vivir. Porque el pasado no puede vivirse dos veces, ni el futuro adelantarse, pero sí podemos quedarnos estancados, sujetos en las arenas movedizas de un pasado al que nos hemos vendido para construir un personaje que nunca ha existido, ese yo que vendemos con palabras inventadas y al que acabamos rindiendo pleitesía porque parece alegrarnos fugazmente de cara a la galería. Hemos sido educados para esconder el dolor, para sonreír al extraño, para mostrar alegría aunque sea mentira. Pero ese pasado al que una vez estuve vendido se ha ido. Ha dejado sus posos, eso sí, y, posiblemente, haya construido un futuro que aún desconozco. Así que abro la puerta del presente con valentía, cada día, como una nueva aventura, buscando amor debajo de las piedras, intentando corregir lo que me desespera de mí para que el amor que busco me encuentre, y esos amores dispersos encuentren la sinergia que nos salvará la vida, que nos comprará al pasado y, a partir de ahora, seremos sólo presente, sólo regalo.

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