martes, 21 de noviembre de 2023

Transformado

Apoltronado en una fría tarde de otoño, acompañado por el aporreamiento delicado de un piano que hacía de música de fondo, filosofaba mientras me frotaba las manos para calentármelas un poco. Pensaba en un puñado de versos que me habían transformado, donde descubrí el amor, sí, ese mismo amor que hallé en el interior de tu mirada, que explosionaba ante mí con cada una de tus palabras, esas palabras que me lanzabas con cariño y, como un juego de niños, dejaba que me dieran en la cara, en el corazón, por todo el cuerpo, y cierto cosquilleo asombroso hacía que levitara. El amor salpicaba todo mi entorno, tu espíritu caminaba conmigo, como dos amigos, con su brazo sobre mi espalda y la mano en mi hombro. Íbamos saltando versos que afloraban por el camino. Sonreíamos al unísono, antes y después de cada beso. Con las manos ya calentadas después de tanta frotación prolongada, soñaba despierto con tu cuerpo que me amaba. El piano seguía sonando pero el otoño, no sé si por el cambio climático, se había calentado con cada uno de mis pensamientos sobre ti. Me acurruqué entre dos versos, como si fuera tu regazo, suspiré contento, inhalé tu aliento, acaricié el recuerdo de tu piel con las yemas de mis dedos, y volví a imaginar que hacíamos el amor lento, muy lento.

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