jueves, 2 de noviembre de 2023

La conversación

Normalmente comienza hablando, tal vez con una pregunta, una sugerencia de un tema. Pero la nuestra fue distinta. Nuestra conversación comenzó con un presentimiento, con una pequeña intuición. Sentado en la terraza de un bar, acababa de cerrar el libro que había estado leyendo hace unos pocos instantes. Miré su portada y, sin saber por qué, me giré. Nuestras miradas se cruzaron un segundo que fue una eternidad. Tu aroma flotaba en el ambiente. Me quedé paralizado observándote, con la boca ligeramente abierta, y un pequeño remolino interior que anunciaba una mezcla de sorpresa y deseo. Tus ojos adquirieron un brillo intenso y seductor. Te sentaste justo enfrente. Continuabas mirándome. Me sonrojé. Sonreíste. Yo también, aunque agaché la cabeza, como una tímida avestruz, buscando un pequeño refugio de meditación momentáneo. Cuando volví a levantar la cabeza estabas sentado en mi mesa, justo a mi lado, sin decir palabra. Anotaste algo en un papel y lo deslizaste debajo de mi libro. Nuestras manos se rozaron. Sentí un pequeño escalofrío. Mis pelos se erizaron y algunos de mis poros se abrieron. Tu tacto se grabó en mi memoria. Ni una sola palabra se había pronunciado. Leí tu nota y mi corazón aceleró su ritmo. Me levanté, sin darme cuenta de que tú estabas haciendo lo mismo. No sé cómo, pero nuestros labios se rozaron. Subimos a tu coche y la conversación continuó con nuestras manos.

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