jueves, 21 de diciembre de 2023

El día que lo supe

Todo parecía indicar que el mecanismo de la rutina y de lo mismo de siempre seguiría funcionando a la perfeccción. Íbamos a la inauguración de una exposición donde habría una pequeña fiesta. No duraria mucho pero sería la introducción de un fin de semana. Era viernes y todo empezó a las cinco. Había muchas personas conocidas. Uno de los artistas se acercó a mí. Me dijo que le gustaría pintar mi cuerpo, que ese cuerpo merecía estar en un cuadro. Nos reímos. Ven un momento, quiero enseñarte algo. Solos en una habitación llena de cuadros. El arte me inundaba. Mira esto, y este otro. Eran una maravilla. Sentía un placer inmenso. De pronto me di cuenta que no todo era arte. No tengas miedo, relájate. Su voz venía de mi entrepierna y enseguida se perdió. Tenía un cuadro en la mano donde salían varios hombres tumbados en la hierba; parecían dioses griegos. Los miraba fíjamente y, durante unos instantes, cobraron vida propia. Casi se me cae el cuadro. El movimiento de los dioses griegos era producto del temblor de mis manos. Uno de los cuerpos desnudos del cuadro me guiñó el ojo. Toma, límpiate. Será mejor que volvamos a integrarnos en la exposición. La realidad a veces se parece a un sueño vívido, el placer se torna en culpa y la culpa en borrachera de fin de semana.

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