jueves, 19 de diciembre de 2024

Demasiado raras

Hay cosas que no se pueden contar a nadie porque si alguna vez se te ocurre hacerlo, te toman por loco o por idiota. Pero va pasando el tiempo y no me importa nada porque me tomen los demás. Antes era muy dado a la explicación, pero me llevé más de una desilusión con tanta explicación porque ni aún así me entendían. Es más, era peor. Hoy puedo decir que es mucho mejor no aclarar las cosas, sobre todo esas cosas que solo son importantes momentáneamente. Malentendidos de plexiglás, heridas de orgullo de pacotilla, torceduras de ego como si fuera un tobillo falso de goma, fruslerías de ayer y hoy, chorradas de pitiminí o de chichinabo. Todo tan raro como oír música celestial en un charco o leer el pensamiento en un gesto. O más raro aún, al sentir un estremecimiento al ver una foto, amar a alguien sin haberlo visto físicamente, sentir su tacto a miles de kilómetros, y no en un sueño sino andando por la calle y saber que son sus dedos y a la vez que es imposible pero que es cierto. ¿A quién le cuento todo esto? Que cuando apago la luz vienen tus besos buscando mi boca y la encuentran y siento tu lengua bailando a la vera de la mía. ¿Es esto locura o una letanía de hechos a silenciar para no provocar rechazo por esa alarmante normalidad artificial que opera en la sociedad tan campante? Pero tengo que escribirlo y hacerlo pasar como ficción, porque hay cosas rimbombantes y otras descacharrantes que ya no puedo silenciar como lo hacía antes. Aunque sigan siendo demasiado raras.

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