martes, 10 de diciembre de 2024

Lo que vivo, lo que veo, lo que siento

Cuando se trata de mis amigos no hago diferencias entre tres y dos dimensiones. Porque aunque los vea en las redes, en fotos, en vídeos o, tal vez, sólo lea sus mensajes o sus comentarios puedo sentirlos. Puedo ver en una foto esa tristeza que intenta ocultarse con una sonrisa forzada. Puedo vivir la alegría de un baile o una canción en un vídeo o de la instantánea de una carcajada. Puedo sentir su alma en esa mirada reposada que sonríe a la cámara en una foto inesperada. También entiendo los tonos invisibles en un mensaje o cómo se puede elevar la voz en un comentario escrito e incluso en un silencio que dura tres días o una semana. Lo que vivo, lo que veo, lo que siento está en todas partes, en las ilusiones y en los sueños, en las cartas que me llegan de bastante lejos pero siempre siento tan cerca, en mensajes de voz que me envuelven y me acarician con todo detalle, haciéndome notar la exquisitez de su cariño en cada palabra. Vivo un rayo de sol que se cuela por una rendija o por una pequeña grieta como si fuera un gran tesoro de esperanza o el comienzo de una vida nueva. Veo el pensamiento del amigo querido que en su corazón me lleva y comparte los deseos que imagina conmigo y, con el tiempo, les da vida. Siento su amor sin importar la distancia a la que se encuentren, pues la intensidad de sus caricias, sólo pensadas, recorren mi piel generándome albricias que vivo, veo y siento.

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