domingo, 1 de diciembre de 2024

De cara a la pared

Siempre me ha gustado la magia de transformar las cosas. De cara a la pared era un castigo que nos ponían cuando éramos niños y, ya desde niño, supe que todo se podía transformar. La pared sería, a partir de entonces, como una pantalla de cine, mucho mejor, una pantalla de la imaginación. En la pared, en sus manchas, en esa pequeñas grietas que, poco a poco iban moviéndose a mi antojo, en las luces y las sombras que se proyectaban en ella, todo un mundo nuevo estaba en la pared. Mis amigos y compañeros de clase me preguntaban porque me gustaba tanto estar de cara a la pared si era un castigo. Yo se lo explique y en algunos caló ese poder de transformación. Un día el profesor me castigo de cara a la pared. Llegó la hora del recreo y dijo, ya puedes irte, el castigo ha terminado. Yo le dije que no, que prefería estar allí. Tres amigos se unieron a mí. Los cuatro comenzamos a reír de cara a la pared ante la mirada atónita del profesor. Tenías razón, dijo uno de mis amigos, es fantástico. El profesor no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Nos pasamos todo el recreo de cara a la pared. Cuando llegaron los demás compañeros a la clase y nos vieron tan felices, se pusieron todos a mirar la pared. Entró una profesora para dar la siguiente clase y nos vió a todos de cara a la pared y fue a preguntarle al profesor que por qué nos había castigado a todos. Entraron los dos a la clase y nos vieron a todos felices de cara a la pared. Y el castigo se esfumó y quedó en el olvido.

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