miércoles, 3 de enero de 2024

Donde no queda rastro de la muerte

Sin duda, es en la memoria, porque allí los muertos reviven. En la memoria despierta y en la memoria dormida, en esos sueños de almas muertas que renacen en el mundo onírico. Y también en la memoria cultural, donde en las páginas perdura la existencia del pasado, la alegría antigua, el humor lejano. Aquí, en estas memorias, la muerte se disipa, es una niebla tenue que diluye el sol de la memoria. Recordamos con el corazón y nuestros muertos viven en pequeños detalles. Me descubro cantando canciones de mi madre, respondiendo como mi padre a conversaciones intrascedentes, escuchando sinfonías mientras tarareo y simulo que dirijo una orquesta, como hacía mi tío. Estas acciones han pasado a formar parte de mí, han aparecido con la edad, tal vez sea una argucia de la memoria para mantener con vida a la familia. La personalidad se compone de pequeños retales ajenos y algunos propios. Somos repeticiones de repeticiones, especiados con sutilezas ligeramente diferentes, variantes de repeticiones, parecidos entrañables. Nuestra originalidad busca el origen donde no queda rastro de la muerte.

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