sábado, 30 de noviembre de 2024

Las tardes son para mí

Soy un esclavo del capitalismo agonizante. El futuro que soñamos de pequeños, el que nos decían que venía, pero que ahora que hemos llegado nos damos cuenta de que nos engañaron, ese futuro, no existe. Los avances tecnológicos no son el progreso cuando necesitamos miles de esclavos para tenerlos. Pero, hoy en día, hay también autoesclavos. Basta con cambiarle el nombre a las cosas. Aprovechar el tiempo, ser eficiente, cumplir con nuestras metas que creemos elegidas por nosotros pero son autoimpuestas porque primero nos las embutieron con publicidades subliminales. El sistema es mucho sistema, lleva años dirigiendo, manipulando y esclavizando y, ahora, se ha perfeccionado. Seguimos teniendo esclavos a los que latigamos y vendemos, y eso, a los demás esclavos, nos parece atroz. Pero luego están los esclavos como yo que, por un sueldo módico, realizan sus funciones para sobrevivir. Pero hace un tiempo he decidido que las tardes sean para mí. Solo en casa, me preparo la comida, disfruto de ella. Si hace calor voy desnudo y, si hace frío, en pijama. Necesito comodidad corporal. Leo y escribo mientras escucho música. Tomo notas, converso con amigos a través de las redes, chateo, flirteo y a veces me pajeo. La mayoría de veces son pajas mentales porque son con las que más disfruto. El conocimiento me seduce a diario. Descubrir algún concepto nuevo, una corriente filosófica que desconocía, un método de relajación, cualquier descubrimiento me alegra el día. Y después está mi imaginación que se expande, crece sin límites, crea mundos, el último conocido es MundoPoema, y estos mundos son como mis hijos, a los que quiero y donde meto a mis amigos y disfrutamos. Después me voy a la cama a dormir y soñar un poco. Y, a la mañana siguiente, vuelvo a mi puesto de esclavo. Pero las tardes son para mí.

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