domingo, 3 de marzo de 2024

La abducción

Estaba siendo una tarde tranquila, un café, diferentes lecturas, remendar un calcetín y ocurrió lo que llevaba imaginando desde niño: la abducción. No fue un ovni, fue un libro. Todo a mi alrededor adquirió un halo de pureza, de blancura: estaba encima de la página en blanco. ¿Qué hacer? Saqué un bolígrafo y decidí optar por lo soñado. Eliminé las distancias con mi amor, reuní a todos mis amigos, volví a darle la vida a mi madre, a mi hermana y a mi perro. Todo iba sobre ruedas, era una fiesta continua. Iba llenando páginas con una alegría constante que crecía exponencialmente, página a página. Conversaciones con mi madre, paseos con mi perro, teníamos tanto de que hablar. Sin darnos cuenta las páginas se consumían, ya quedaban muy pocas y una misteriosa angustia comenzó a impregnar el ambiente. Nadie decía nada pero todos lo notábamos. La felicidad cuesta mucho encontrarla y, por lo visto, termina antes de que te quieras dar cuenta. Muy pocas páginas quedaban en blanco y si las rellenaba se terminaría esta felicidad. Todos parecían haberlo asumido, el fin tenía que llegar. Nos abrazamos, nos dimos besos, mi perro ladraba, algo presentía. Los miré a todos sonriendo y dije: podemos quedarnos aquí, para siempre. Sus miradas cuestionaban mi última frase, me di la vuelta, lancé el bolígrafo fuera del libro y nos quedamos todos a tres páginas del final.

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