miércoles, 13 de marzo de 2024

Los besos

Nos dimos tantos besos. Al principio era la novedad, romper el hielo, conocerse a besos, dejar a las lenguas bailar su baile húmedo y lento. Todo fue en aumento. Nos dimos tantos besos que los labios se agrietaron, apareció esa espumilla en la comisura de los labios, la piel se rompía y era doloroso tener los labios juntos y también separados. Después de millones de besos nos dimos cuenta que los besos no eran suficiente, queríamos más. Añadimos humor a nuestro amor y también mucho diálogo. Pasábamos ratos en silencio, leyendo, escribiendo, pintando, pero juntos, como nadando en un mismo lago invisible de aire. Y comenzamos a darnos besos con las manos, parecían caricias pero no lo eran, juntábamos dos dedos y dábamos ligeros pellizcos en el cuerpo del otro con la mayor de las delicadezas, como pequeñas pinceladas en los poros, nos besábamos con los dedos. Después nos besamos también con el pensamiento, nos quedábamos en silencio, mirándonos, estremeciéndonos de amor, en pleno éxtasis místico, llevando nuestro amor a una nueva dimensión. Hicimos el amor en silencio, lentamente, luego salvajemente, gemíamos en estéreo, dormíamos abrazados y, al despertar, casi sin haber abierto los ojos, nos dimos otro beso.

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