miércoles, 20 de marzo de 2024

Sin atajos

Siempre nos han dicho que es mejor llegar antes, no perder el tiempo, buscar el atajo perfecto para todo, para ascender en la vida, para buscar el amor... Pero ¿qué hacemos con el tiempo que hemos ganado, buscar otro atajo más rápido? La vida es el camino y, si buscamos atajos, reducimos la vida. Los atajos me recuerdan a los hombres grises que habitaban en Momo, la novela de Ende, que se dedicaban a robar el tiempo a la gente. Por eso no me gustan los atajos para nada y mucho menos para el amor. La prisa es la dueña del atajo y, juntos, quieren formar un complot contra todo bicho viviente. El atajo odia los rodeos, la meditación, la vida tranquila, el juego seductor del amante, las cartas de amor, el lenguaje de los abanicos seductores. El atajo quiere ir al grano, no perder tiempo, empezar por lo último, que se acabe cuanto antes y volver a empezar otra vez, y deprisa, por el final. Es el ratón corriendo en la rueda, ya no sabes por qué haces lo que haces pero lo haces; y el ratón se hace borrego, y el mundo está lleno de ellos. Por eso hay que evitar los atajos, perderse en los bosques, ir a Roma en la dirección opuesta porque todos los caminos te llevarán allí pero por el camino está la aventura del vivir que es un sentir constante, un estar presente en este mundo cambiante, un amar lento pero embriagante, un camino inmenso, sin atajos.

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