lunes, 18 de marzo de 2024

Dos vidas

Una sistemática y otra creativa. Trabajar para vivir y vivir para crear. Una por la mañana y otra por la tarde. La tarde se alarga con la imaginación y el amor, pero las mañanas te golpean con rutina y sin sentido, con desorganizada organización que sólo tiene certezas pero ninguna respuesta. En las dos vidas llevo mi mochila de dudas y el mismo cuerpo. Pero como siempre que hay dos vidas, una le va comiendo terreno a la otra, y a veces pienso por la mañana en el amor y por la tarde en el trabajo. No se pueden mantener en compartimentos estancos. Se van fusionando o, lo que es peor, hay invasiones de una vida en otra. Pero en el trabajo no se puede ser creativo, no les gusta, no lo toleran, quieren que seas monótono, que cumplas con tu rutina, que obedezcas, pero la jerarquía laboral es intolerable, tienes que hacer caso a cualquier idiota que se siente superior a ti y, cuando descubre que no lo es, se encabrita. Así que por la mañana me hago el tonto, es más llevadero, la gente se siente medio feliz mirándote por encima del hombro, aunque es un sentimiento ficticio, les gusta, o eso parece. Menos mal que las tardes me liberan de tanta idiotez matutina. Un fondo musical permanente, una pequeña siesta a veces, lecturas, pequeños momentos creativos, navegación internáutica, visiones e ilusiones que se entremezclan, ideas que se escapan y otras que se quedan. Luego la noche, el sueño, todo lo mezcla, batiburrillo nocturno, festival onírico. Dos vidas, una prefabricada y otra deseada.

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