martes, 19 de marzo de 2024

El bigote

Me desperté temprano. Esta frase no significa nada si no añado algo más. Normalmente me levanto a las cinco y cuarto de la mañana, así que temprano serán entre dos y cuatro de la mañana. Lo dejo ahí porque la exactitud ni viene a cuento ni tiene importancia. Era uno de esos días en que, sin saber por qué, uno cambia sus rutinas, como cuando te vas de viaje, o te casas o hay algún acontecimiento en tu vida que no es nada habitual. Me puse a leer sin haber desayunado o, por lo menos, lo intenté, pero justo cuando estaba abriendo el libro llamaron a la puerta. ¿Quién podría ser a estas horas? Mire por la mirilla de la puerta y no vi nada. ¿Habrán llamado de verdad o lo habré soñado?, pensé. Sin pensarlo abrí la puerta y ahí estaba: un bigote dando pequeños saltitos en el suelo. Me hizo gracia la escena así que debía de estar soñando. Doblé mis piernas y me quedé en cuclillas, estiré el brazo con la palma de la mano derecha abierta y el bigote, de un salto, se aposentó en mi mano. Vamos a formar un buen equipo, me dijo. Asentí con un ligero movimiento de cejas. Fui acercando la mano con el bigote hacia mi rostro. Había cierta atracción inexplicable. De repente, como si fuese un imán, el bigote se pegó en mi frente. Ese no es un buen sitio, le dije. Bajó hasta mi nariz y él mismo se dio cuenta de que no era un lugar muy estético. Se dejó caer y se plantó justo encima de mi labio superior, mirando de reojo las fosas nasales. Creo que me quedaré aquí, dijo. Me parece bien, contesté.

No hay comentarios: