domingo, 20 de octubre de 2024

La maldad también saborea la belleza

Se ha afianzado y anclado en el discurso común el concepto de karma, pero algo tergiversado al originario. Si haces maldades recibirás maldades y si practicas el bien, el bien acudirá a ti. Es bonito, pero no es cierto. A todos nos ocurren cosas malas independientemente de lo que hagamos o por muy bien que nos comportemos. El karma no es la versión laica del ojo por ojo bíblico, se trata más bien de una energía o lo que otros llamamos actitud. Con una buena acitud ante la vida lo malo se suaviza y lo bueno se acentúa, pero ni aminora lo malo ni se multipica lo bueno. La vida es un constante fluir de accidentes que no podemos controlar y de decisiones propias que elegimos y de pequeñas cosas que sí controlamos. Hay artistas que generan un arte maravilloso pero padecen una vida de mierda. Y malvados que disfrutan y saborean el arte exquisito. Lo que no se entienden no se puede disfrutar, por eso necesitamos muchas veces de un conocimiento previo. Saborear la belleza y disfrutar del arte no implica bondad; muchas veces construimos la belleza con el dolor, pienso en el sufrimiento de las gimnastas, en miles de horas de entrenamiento para realizar un ejercicio de minuto y medio que nos asombre por su belleza. Los textos más bonitos se consiguen con el tiempo, a base de prueba y error. Al escribir ocurre que lo sencillo es lo que más cuesta, es parecido a la facilidad con que se ve a la gimnasta haciendo florituras cuando en realidad tiene una dificultad asombrosa. Y todo lo bonito y lo bello no entiende de bien y mal, que más bien es algo de conciencia y de ética y no de estética.

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